¿Qué habría pasado si Larry Vaughan, alcalde de Amity Island, hubiera tomado cartas en el asunto y se hubiera decidido por cerrar las playas, sacrificando los beneficios del verano? ¿Cuáles habrían sido los pros y los contras de avisar a la población de la presencia de ese animal, de ese depredador que acabó con el verano en esa bonita isla, de ese TIBURÓN?
Mira que se lo advirtió Martin Brody con el primer ataque, aunque igual impulsado por su terrible miedo al agua. Para el alcalde, a palabras necias, oídos sordos.
Se lo siguió advirtiendo Matt Hooper ante el tamaño, pequeño, del tiburón que han cazado. Pero el alcalde seguía a la suya, defendiendo que ese era el escualo que había perpetrado los ataques en su bonito pueblo.
Y continuó la madre del niño que aparece muerto al abofetear a Brody, el único que se responsabiliza ante la situación, frente al tiburón que aún está colgado. Y, aun así, el alcalde ni se inmuta; él está satisfecho con la caza que ya han conseguido. Esta, para él, es su presa.
Y es que el alcalde sigue negando lo obvio. No se hace responsable. No en su pueblo. No en su isla. No a costa de sus beneficios… de los beneficios de su pueblo. Pero el jefe de policía, Brody, lo sabe, el agua es peligrosa y los tiburones más. Hay que hacer algo.
La bofetada de la mujer le ha dejado en shock. No entiende al alcalde. No sabe por qué no se responsabiliza. Por qué no toma cartas en el asunto. Por qué no pone fin a una situación que augura un trágico final.
Al no ver ni identificar el problema es incapaz de hacerlo suyo, de responsabilizarse ni de solucionarlo. No escucha ni quiere escuchar. El feedback de la gente no le importa. Se centra solo en los beneficios, en los de ese año. ¿Cuál es el resultado de no contarle a la población, a los veraneantes, lo que está sucediendo? ¿Cuántos veranos pierdes si lo cuentas y lo gestionas? ¿Y cuántos si no lo cuentas y acabas con muertos y heridos por ataque de tiburón? ¿Tan grave habría sido el cierre cautelar de las playas durante una parte de la temporada y poder abrir después con todo el esplendor y la pompa necesarias para volver a atraer a los turistas?
Lo peor de todo, es que las lamentaciones siempre llegan tarde, el momento de culpar a otro siempre es oportuno y la hora de echar balones fuera siempre se produce cuando el daño ya está hecho. Y de verdad que es algo tan sencillo como coger el toro por los cuernos, pensar en el bien común, ver el problema, asumirlo, atajarlo y alcanzar el éxito.
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